El océano como todo lugar, el cielo y las olas, el sol y las nubes.
De algún modo la llamada llega y tu ser va hasta un lugar en donde la inmensidad no responde a lo que imaginabas como el cielo, el mar en movimiento sacude tu cuerpo que salta.
Agua y cielo, la diferencia está en el aire, en exhalar e inhalar.
Es ahí cuando se dio cuenta de que era un cetáceo, un delfín que saltaba en medio del mar. El azul de arriba y abajo era casi igual, la temperatura, la textura y la energía. Todo se unía, pero el océano se separaba de las nubes por una capa de espuma que era el límite, que de salto en salto se mezclaba.
Se vio, ya no era un delfín, era parte de una ballena. La diferencia estaba en que hasta ese momento se había sentido un individuo, parte de una familia; ahora era parte de un Ser, que era parte de una Familia. El Ser se sentía más grande, pero su comprensión de ser un vestigio de algo fundamental, inmenso, le daba una perspectiva nueva.
Ese Ser podía contener todo, sus células se mezclaron y comprendió su vida, como parte de una historia, como un fluir de un gran río, en que el cada cambió podía remontar la corriente y alterar el pasado y futuro.
Su mente por fin era simple, clara, como una cáscara se despojó de una mente ajena, foránea, llena de voces que hablaban de su importancia, de rencores, penas, heridas, necesidades. Una voz muy suave y firme le dijo Silencio, simplemente observa.
Habían llegado a un punto en el sur del océano pacífico, un remolino lo atrajo hasta el fondo del mar.
Cristales enormes y radiantes esperando (cuarzos, jaspes, fluoritas, amatistas…), la voz le indicó que uno le correspondía, sin saber porqué estaba junto a un citrino enorme, y sin entender cómo, su cuerpo estaba ya dentro. Con fuerza el cristal inició a girar, el descubrió que su voluntad era quien daba impulso. Se dejó llevar por la vida, como un trompo sobre el agua llegó a la costa, y en segundos remontó un río y llegó hasta su naciente en lo alto de los andes. Desde allí veía la energía de Gaia llegar (la Kundalini luego de su viaje), saludo mirando al Norte, un sacudón de luz lo fundió con una roca de la cordillera. Vida, su voz le dijo esto es vida, una mariposa, una trucha, un insecto, un ciervo, la voz repetía ante todos, vida. Un cóndor se posó, su energía su unió, y volaba, se despegó y tenía sus propias alas. La voz le dijo, Cristal. Nuevamente era un trompo en el cielo.
La luz venía y su cuerpo la irradiaba con la misma forma del citrino, la voz dijo: soy portal, soy luz, soy vida.

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que belleza por Dios!!! Me quedo sintiendo,pensando con el corazon, recordando...anidada entre cada virar de mama ballena..me quedo completa y emocionadamente llena!Gratitud y amor mi hermano querido..esta meditacion es tan profundaaa...ahhh..bendición!María B!
ResponderEliminarSimplemente, muy linda historia y bella reflexión. Gracias
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